martes, 22 de octubre de 2013

Palenque "Cuna de palenqueras"

En la costa del Caribe colombiano, a una hora de la ciudad de Cartagena, entre montañas y ciénagas, se encuentra un lugar donde a pesar del transcurso del tiempo sus habitantes viven igual como hace varios siglos, guiándose por sus costumbres, tradiciones y ritos africanos.
Sus habitantes prefieren llamar a la comunidad San Basilio de Palenque y no Palenque de San Basilio, argumentando que el pueblo no es del santo sino el santo es del pueblo.
Este lugar, conocido como San Basilio de Palenque es famoso gracias a su símbolo, las palenqueras, es decir mujeres de piel oscura que en los vestidos multicolores caminan, moviendo las caderas y balanceando en sus cabezas las palanganas llenas de frutas frescas.
Las palenqueras son la imagen de una historia complicada y difícil de sus ancestros y simbolizan la lucha de los negros cimarrones (esclavos que con un gran valor huyeron de sus dueños para buscar un mejor futuro).
Las palenqueras conservan la tradición de la sociedad africana traída a estas regiones del continente suramericano durante la Conquista española, cuando a América del Sur llegaron los barcos llenos de esclavos provenientes del continente negro. Poco después, en la época de la Colonia, empezaron a aparecer en las altas montañas los palenques, es decir asentamientos donde se reunían los negros cimarrones o los rebeldes cuando escapaban de sus dueños.

La palabra palenque se convirtió en el símbolo de la libertad, ya que toda persona que llegaba a formar parte de un palenque, era automáticamente libre.


lunes, 14 de octubre de 2013

"Deme una cocada": Palenquera de barrio


Eran alrededor de las tres de la tarde en el barrio el campestre cuando de la nada se escuchan unos gritos que irradiaban alegría y potencia que es lo que cataloga a la mujer negra de nuestra ciudad.

La temperatura de ese sábado era aproximadamente de 30 grados centígrados, las calles estaban despejadas por el inclemente sol que hacía en esta ciudad, cuando de repente vi a una mujer que sobre su cabeza tenia puesta una ponchera con unos dulces, “cocadas caballito” gritaba la señora.

Durante varios minutos sigo a la “palenquera” para observar todo lo que ella hacía, la noté un poco sudada, pero cuando alguien la llamaba para comprarle algo, esta bajaba su ponchera con alegría y reflejando una gran sonrisa que hacía que el “cliente” se sintiera feliz.
En las esquinas del barrio hacia “paradas” y gritaba por unos segundos para dar avisos a sus posibles clientes.
Esquina del barrio el "Campestre" con el "Milagro"

Como ya yo sabía mis pretensiones la llamo muy amablemente:

-Señora hágame el favor, dije.

Que se le ofrece joven, contestó la palenquera.

-Yo le dije quiero una cocada.

Lo más curioso fue que mientras se  acercaba a mí, me dice que todo lo que cogiera de su “ponchera” tenía un valor de mil pesitos, en una charla un poco amena le pregunté de donde venía y me dijo que vivía en las lomas, que es un sector de invasión que está ubicado entre el barrio “El Nazareno” y “Nelson Mandela”.

Sin duda alguna esta señora llevaba más de tres horas en camino desde donde vivía hasta el campestre, le pregunte que si este siempre era su recorrido, y me dije que no, porque después los clientes se aburrían de ella.

Después sube su ponchera a la cabeza y le digo que esperara un momento, que quería un caballito, sonríe y me dice que le iba a hacer bajar nuevamente la ponchera y no aproveché mientras la tenía abajo. Me disculpé y seguí hablando con ella.

-Señora y ¿si le va bien en este trabajo?

No mijo, a veces me va bien, otros días me va mal, contestó.

-veo, dije.

-Y ¿desde que horas sale de su casa?

Me dijo que se levantaba a las 5 de la mañana a preparar sus productos y que salía tipo 8 de la mañana y regresaba tipo 4 cuando vendiera lo suficiente para darle de comer a sus hijos. Y que hay días que ganaba hasta 50mil pesos, pero en cambio habían otros que no llegan ni a 10mil.

-Wow, pero a veces no gana mucho, ¿Cuántos niños tiene?, pregunté.

Tengo tres niños, todos varones.

-¿Y su papá? dije.

Vivo con mis hijos, su papá se fue de la casa… (Se quedó en silencio).

Nuevamente se sube la ponchera yo le pido una foto, y me dice que no porque no era fotogénica, le dije que me parecía muy chévere tener una foto con una palenquera, a lo que ella me responde que si quiero una que vaya al centro.

Me dejó tomarle la foto de espalda y a también a la ponchera de productos, finalmente se fue.
Lo que pude observar es que las palenqueras de barrios, desconfían de las fotos, sienten que no son importantes en los sitios donde ellas “laboran”.

Irradian alegría, pero dentro de esa alegría se le nota el cansancio por haber caminado largas distancias, consiguiendo clientes esporádicos que en unos momentos tienden a ser escasos.
Su ritmo de vida es caminar y caminar, sudar y sudar, pero ellas tienen en claro que su objetivo,  son sus hijos.

Aunque no ganen lo suficiente como las del centro, en su mirada se refleja sencillez, en su vestimenta no se ve lo colorido del caribe.



Noté que no utilizan faldas sino un mochito con un delantal encima, considerándolo de algo original y distintivo.

lunes, 7 de octubre de 2013

Lo que debemos saber sobre las palenqueras

Palenqueras: las vendedoras ambulantes más fotografiadas del Caribe.


Cómo son las mujeres que ya forman parte del paisaje colonial de Cartagena de Indias y se convirtieron en un símbolo cultural de esta romántica ciudad, que le hace culto al realismo mágico apreciado en las novelas del premio Nobel Gabriel García Márquez.

Se las suele ver por las calles y playas de Cartagena. Son herederas de una larga historia protagonizada por los negros cimarrones que llegaron a Colombia durante la conquista española en barcos llenos de esclavos provenientes de África.

Poco tiempo después, durante la Colonia, empezaron a aparecer en las altas montañas los palenques, es decir pequeños conglomerados donde se reunían los negros cuando escapaban de los blancos y hacían un corral de "palos" para protegerse de las amenazas externas. De ahí el nombre de palenqueras.

Hubo muchos asentamientos de este tipo, pero el más conocido por su magnitud es el de San Basilio considerado como el primer pueblo libre de esclavos de Latinoamérica, ubicado a 50 kilómetros de la ciudad de Cartagena de Indias, a orillas del Mar Caribe.

Para ganarse el sustento, estas mujeres se dedican a la venta ambulante. A menudo se las puede observar mientras pasean por las calles cartageneras, moviendo sus caderas con sus largos faldones floreados o del color de su bandera: amarillo, azul y rojo y su cabello envuelto con un pañuelo.

¡Alegríaaas! ¡Cocadaaas!, pregonan mientras sostienen en sus cabezas la ponchera -recipiente de aluminio- con el que ofrecen dulces caseros típicos de la región: uno a base de coco rayado, millo y anís, y el otro elaborado con guayaba, ajonjolí y leche.

Palenquera de playa
Uno de los lugares preferidos por los viajeros que visitan Cartagena es el Centro Histórico o Ciudad Amurallada. Allí llegan con sus cámaras a recorrer La Plaza de los Coches, El Parque Bolívar y La plaza de Santo Domingo, lugares donde aprovechan para tomarse una foto con estas vendedoras ambulantes que ya se convirtieron en un ícono del Caribe colombiano.

A cambio de una colaboración a voluntad, ellas sonríen dispuestas para la foto.

Con una temperatura anual promedio de 28 grados, acostumbran a resguardarse de los rayos del sol, debajo de grandes sombrillas que actúan de refugio y a su vez cumplen la función de proteger su mercadería, como algunas de las frutas que también suelen vender: banano, mango y papaya.

Además de ubicarse en otros lugares estratégicos del casco histórico, como la esquina de La Catedral y la Iglesia de San Pedro de Claver (que seducen con su estilo colonial y grandes cúpulas), algunas de ellas prefieren trabajar en las concurridas playas de Bocagrande.

Desde temprano se las ve caminar sobre la gruesa arena en busca de clientes, pero ya no lo hacen vestidas con sus atuendos tradicionales, sino con ropa más deportiva y casual.
Mientras los turistas toman sol estirados en sus mantas o reposeras, ellas se acercan para ofrecerles también una sesión de masajes o un peinado de trenzas africanas adornadas con bolitas de colores.

“Amiga, masajes”, “Amiga, trenzas”, repiten las palenqueras de manera incesante hasta bien entrado el atardecer, cuando un gran sol anaranjado se refleja en las cálidas aguas de la costa marina, donde el paisaje enriquecido por pequeños cangrejos de ojos azules y una larga hilera de palmeras, contrasta con las modernas edificaciones de la avenida costanera.

Bocagrande además atrae a numerosos viajeros. No debes perderte visitar la Avenida San Martín, con sus importantes centros comerciales, cadenas hoteleras y oferta gastronómica, además de su cercanía con el mar.
En esta misma zona,
 específicamente sobre la Avenida Paseo del Pescador-, la Fundación Paz por Colombia, a cargo del señor Eugenio Lora, erigió el Monumento a la Palenquera, una gran figura de bronce que- explica su presidente- “representa a la mujer trabajadora y pujante, símbolo de la afrocolombianidad”.

Referente visual de la ciudad amurallada, con casonas provistas de grandes balcones de madera y flores exóticas, imagen de los principales catálogos turísticos de Colombia y también de eventos como el Reinado Nacional de Belleza, las palenqueras son la huella de un rico pasado colonial y multiétnico.

Con el ritmo en las venas:

La música también ocupa un lugar central dentro de esta comunidad. Cada año durante el mes de octubre se realiza en San Basilio, el Festival de Tambores y Expresiones Culturales del Palenque.

Se trata de un gran evento que busca la integración y difusión de las tradiciones, donde los tambores son los grandes protagonistas.
Pero no todo gira en torno a la danza y el movimiento. Otros aspectos como la medicina tradicional, la gastronomía artesanal y la tradición oral en lengua bantú tienen su espacio dentro de la programación.

Además se destaca la exposición de peinados afro, que en tiempos de la esclavitud, jugaron un papel muy importante pues era a través de finas trenzas que los negros cautivos diseñaban o copiaban las rutas para escaparse.



Texto extraído de Cynthia de Simone.